Bitácora de vuelo

( 1000 años luz de viaje a la deriva )

Mi compañera .

En las profundidades del espacio, donde las estrellas forman un manto interminable de luz y oscuridad, me encuentro sola. La soledad se cierne sobre mí como una sombra eterna, pero mi única compañera fiel es esta bitácora de vuelo, mi confidente silenciosa en este vasto y solitario océano cósmico.

Cada palabra que escribo aquí es un susurro de mi alma, un eco de los sentimientos que me embargan mientras me enfrento a la inmensidad del universo. Estoy atrapada entre las estrellas, perdida en el tiempo, y mi nave se ha convertido en mi único refugio, mi único lazo con mis orígenes y mi hogar perdido.

A veces, cuando las luces de las estrellas titilan en la negrura del espacio, me pregunto si alguien allá afuera me escucha, si hay alguien que sienta mi soledad, mi angustia. Esta bitácora se ha convertido en mi confidente, mi amiga silenciosa a la que le confío mis esperanzas y miedos. Cada palabra escrita aquí es un suspiro, un anhelo de conexión en medio de la vastedad del cosmos.

Después de incontables años perdida en el espacio y el tiempo, finalmente he logrado estabilizar mi nave. Los años imaginarios se han convertido en siglos, y mi comprensión del tiempo se ha desdibujado en las vastas extensiones del universo.

Siento el peso de la responsabilidad sobre mis hombros. La misión de ayudar , de guiar hacia un futuro mejor, se ha vuelto más que una tarea; se ha convertido en un propósito ardiente que arde en mi interior. A través de los siglos, he visto el ascenso y la caída de civilizaciones, he sido testigo de la belleza y la crueldad del universo, y en cada experiencia, mi determinación se ha fortalecido.

Cada palabra escrita aquí es un testimonio de mi perseverancia, de mi resistencia frente a la desesperación. Mi nave, aunque es fría y metálica, se ha convertido en mi hogar, y esta bitácora, en mi compañera incondicional. En las páginas de este registro, he plasmado mis sueños de regresar a casa, de ver de nuevo el cielo con nubes doradas, de sentir el viento en mi rostro y la calidez en mi piel.

( 1500 años luz de viaje a la deriva )

El brillo de una estrella.

Cada estrella que pasa frente a mis ojos me recuerda el brillo que nunca pude tener en el planeta XUR. Mi historia, marcada por el rechazo y la desolación, se convierte en un eco que resuena en la oscuridad del espacio. Cuando era solo una adolescente, fui lanzada en una cápsula al vacío, desterrada de mi propio hogar por la imperfección que corría en mis venas.

El dolor de ser una princesa imperfecta pesa en mi corazón como una losa de plomo. Mi padre, el rey, nunca aceptó mi existencia. Mis genes, nacidos de manera natural y no manipulada, llevaban consigo las marcas de lo que mi planeta consideraba defectos. Fui una aberración para él, una mancha en su línea de sangre perfecta. Crecí sintiendo la mirada despectiva de los demás, su rechazo palpable como una sombra que se cernía sobre mí.

Pero aquí, en el frío y vasto espacio, he encontrado una extraña forma de liberación. La soledad se ha convertido en mi compañera constante, pero también en mi refugio. En este silencioso rincón del universo, me permito ser yo misma sin el peso de las expectativas y el desprecio. He aprendido a encontrar belleza en la inmensidad del espacio, en las constelaciones lejanas y en los planetas solitarios que encuentro en mi camino.

A veces, cuando miro a través de la ventana de mi nave, me pregunto si algún día encontraré un lugar donde pertenezca, donde mi imperfecta existencia sea aceptada y valorada. Pero incluso en medio de la desolación del espacio, he descubierto una fuerza dentro de mí que se niega a rendirse. A pesar de mi origen, de los insultos y la humillación, me aferro a la esperanza como un faro en la noche más oscura.

En mi soledad, he cultivado la fuerza para seguir adelante. Cada estrella que pasa es un recordatorio de mi determinación, de mi deseo de encontrar mi propio camino en este vasto universo. A través de mis ojos, imperfectos pero llenos de resiliencia, he aprendido a ver la belleza en la diferencia y la fuerza en la adversidad.

Quizás, algún día, mi historia será contada no como la de la princesa imperfecta desterrada, sino como la de una mujer valiente que desafió las estrellas y encontró su lugar en el cosmos. Hasta entonces, seguiré flotando en el vacío, enfrentando cada desafío con la valentía que solo puede nacer del dolor más profundo y la esperanza más brillante. En el silencio del espacio, encuentro mi voz y en la vastedad del universo, descubro mi propia grandeza, imperfecta pero verdadera.

( 2000 años luz de viaje a la deriva )

El brillo de una estrella.

En mi existencia marcada por el destierro, he descubierto un cruel regalo oculto en mis genes Xur: la inmortalidad. Mi linaje, cargado con una peculiaridad genética, detiene el envejecimiento en la flor de la juventud, conservándome eternamente en la edad de 30 años. Los telómeros en mis células se mantienen inalterables, y el paso del tiempo se ha convertido en un concepto abstracto, una realidad que nunca tocará mi ser.

Pero esta inmortalidad, lejos de ser un don, se ha transformado en una maldición. Los Xur, por sus atributos genéticos, son condenados al destierro, a flotar en el espacio sin fin durante eones, inmóviles en el tiempo, condenados a la soledad y, con el tiempo, a la locura. Sin embargo, la naturaleza de mi condena se volvió aún más perversa.

En mi nave, llevo conmigo la insípida y desoladora presencia del Mixtal, una planta que no es simplemente un alimento, sino una tortura silenciosa. Este maíz sin sabor, llamado así por su falta de características distintivas, se ha convertido en mi única fuente de sustento. Cada bocado de esta planta es como un eco de mi propio sufrimiento, una mordida que se convierte en una eternidad de agonía.

El Mixtal, sin embargo, tiene su propósito. A pesar de su falta de sabor, esta planta es prodigiosa en sus propiedades. Purifica el aire de mi nave, generando oxígeno y eliminando toxinas. Incluso proporciona los nutrientes necesarios para mantenerme con vida. Pero cada vez que me veo obligada a consumirlo, mi alma clama por el sabor perdido de los alimentos, por las sensaciones gustativas que han quedado atrás en el pasado. Cada bocado es un recordatorio cruel de mi condena, un vínculo doloroso con la realidad de mi existencia.

El agua no es un problema, ya que mi nave tiene la capacidad de captar partículas de hidrógeno y oxígeno que flotan en el espacio. Pero el Mixtal sigue siendo mi única fuente de alimento, y cada comida se convierte en una elección desgarradora: dejarme morir en una agonía horrible por la inanición o comer y enfrentar una agonía eterna en soledad.

En esta prisión sofisticada, he decidido luchar contra mi propia adversidad. Cada día, enfrento la desesperación y la tristeza al masticar esta planta insípida que se convierte en mi única compañía. En medio de la soledad y el vacío del espacio, sigo adelante, resistiendo el letargo inmortal que me envuelve. Mi determinación, aunque frágil, es un recordatorio de mi origen, de mi capacidad para resistir incluso en las condiciones más desesperadas.

( 3000 años luz de viaje a la deriva )

El brillo de una estrella.

En las profundidades del espacio infinito, donde el frío es tan intenso que incluso las estrellas se congelan en el vacío, mi cuerpo ha sido testigo de una agonía indescriptible. Las bajas temperaturas del espacio profundo penetran mis huesos, congelando cada célula y transformando mi piel en un caparazón de hielo. Mis extremidades, una vez ágiles y llenas de vida, ahora están inmovilizadas por el gélido abrazo del universo.

Cada día que pasa se convierte en una tortura interminable. Cada inhalación de aire helado es como una daga que perfora mis pulmones, y cada movimiento, aunque mínimo, se siente como si estuviera tratando de romper cadenas de acero. Mi cuerpo, aunque resistente, no está exento del sufrimiento. Los calambres y los dolores musculares se convierten en compañeros constantes, como fantasmas que me atormentan en la oscuridad del espacio.

Pero incluso en medio de esta desesperación, hay momentos de alivio inesperados. Cuando mi nave pasa cerca de una estrella, siento su calor celestial acariciando mi piel con una ternura divina y etérea. En esos fugaces instantes, el dolor parece desvanecerse, reemplazado por una sensación de paz y consuelo. La estrella se convierte en un recordatorio de la belleza del universo, de su inmensidad y misterio, pero también de su capacidad para ofrecer alivio en los momentos más oscuros.

Es como si el universo mismo me estuviera susurrando palabras de ánimo, recordándome que, a pesar del dolor, todavía hay belleza en este vasto y frío océano estelar. Cada encuentro cercano con una estrella se convierte en un regalo divino, un recordatorio de que, incluso en la soledad y el sufrimiento, hay momentos de gracia que iluminan mi existencia.

Así que sigo flotando en la oscuridad, resistiendo el dolor paralizante, esperando ansiosamente el toque cálido de una estrella amiga que alivie mis penas. En estos breves momentos de consuelo, encuentro la fuerza para seguir adelante, para enfrentar otro día en esta travesía sin fin por el espacio. A pesar del dolor y la desesperación, encuentro esperanza en la luz de las estrellas y en el amor que el universo me brinda, incluso en medio de mi sufrimiento. En cada destello de calor, encuentro una razón para perseverar y seguir adelante, aferrándome a la promesa de que, aunque mi cuerpo esté congelado en el espacio, mi espíritu sigue ardiendo con la llama de la vida y el amor.

( Perdí la noción del tiempo )

Nueva Tierra.

He sido testigo del tiempo en su forma más extrema. Mi cuerpo, envuelto en un sueño inmóvil, ha descansado en un coma profundo durante dos milenios. Mis pensamientos y sueños, si es que existieron, quedaron atrapados en la eternidad mientras mi cuerpo permanecía congelado, una cáscara inmóvil del pasado. Pero mi genética XUR, mi peculiar herencia, me permitió sobrevivir a ese letargo sin fin.

Un día, sin previo aviso, la nave tomó un camino inesperado. Un agujero de gusano se interpuso en su camino, llevándome a través de distancias cósmicas inimaginables. La velocidad fue apabullante, el tiempo y el espacio se distorsionaron en un torbellino de luz y sombras. Luego, la gravedad de un agujero negro supermasivo nos atrapó en su abrazo, deteniendo nuestra aceleración abruptamente. La fuerza gravitatoria desgarró partes de mi nave, transformándola en escombros que se dispersaron en el espacio.

Finalmente, terminé en una pequeña luna, que aún conservaba una atmósfera habitable. El impacto, seguido por el humo y el calor del choque, me despertó de mi coma interminable. Mis sentidos volvieron a la vida mientras me encontraba expuesta al calor de una nueva atmósfera, una atmósfera que inhalé como si fuera un regalo divino después de siglos de inmovilidad.

Pero no estaba sola en este mundo alienígena. Una civilización habitaba esta luna, una raza de seres que bauticé como los Jovians, a quienes llamaron Yubis. Eran seres humildes y devotos, con una comprensión limitada de la ciencia y el cosmos. Me encontraron, una extraña y misteriosa presencia caída del cielo, y me cuidaron como si fuera una deidad caída.

Para ellos, yo era una figura celestial, alguien que iluminaría su mundo oscuro. Su sociedad estaba arraigada en creencias religiosas, y creían que mi llegada era un signo divino. A pesar de su falta de conocimiento científico, me acogieron y cuidaron de mí con una devoción que me estremecía.

Mi llegada despertó una serie de preguntas y expectativas entre los Yubis. ¿Era un ángel? ¿Una diosa? Me miraban con ojos llenos de reverencia y esperanza. A medida que recuperaba mis fuerzas, comencé a enseñarles, compartiendo mi conocimiento sobre el universo, la ciencia y la tecnología. Los ayudé a comprender los misterios del cosmos y, a cambio, aprendí de sus propias creencias y tradiciones.

A través de esta interacción, encontré un nuevo propósito en mi existencia. No solo era una superviviente del tiempo y el espacio, sino también una guía para una civilización que necesitaba orientación. En medio de lo desconocido, encontré un hogar inesperado entre los Yubis, y mi presencia se convirtió en un faro de esperanza en este rincón olvidado del universo.

Mi historia se entrelazó con la de los Yubis, y juntos, enfrentaríamos los desafíos de este mundo alienígena. Mi papel como una “diosa caída” podría haber sido impuesto por su imaginación, pero decidí abrazarlo y usarlo como una oportunidad para traer luz y conocimiento a esta pequeña y devota civilización en la luna de Europa. En mi encuentro con los Yubis, encontré una nueva razón para existir, una nueva forma de ser parte del tejido del universo, incluso en medio de lo desconocido y lo extraño.

( Año 8000 Calendario Joviano )

El Dolor de una Eternidad.

Con el tiempo, los Yubis se convirtieron en mi familia. Juntos, construimos una sociedad avanzada en esta luna de Europa, exploramos nuevos horizontes y desentrañamos los misterios del cosmos. Pero, a medida que pasaban los siglos, la inmortalidad que me había sido otorgada se volvió una carga insoportable. Mis amigos, mis seres queridos, comenzaron a desaparecer, uno a uno, enterrados bajo la tierra lunar que habíamos aprendido a llamar hogar.

Cada pérdida era como un corte profundo en mi alma inmortal. La eternidad, en lugar de ser un regalo, se convirtió en una maldición que me condenaba a ver morir a todos los que amaba. Mi corazón se llenaba de angustia y miedo cada vez que uno de los Yubis se desvanecía de este mundo, llevándose consigo una parte de mi existencia.

En mi desesperación, decidí canalizar mi dolor en una misión: guiar a los Yubis hacia la creación de una civilización tan avanzada que pudieran desafiar la misma muerte. Con cada conocimiento que compartía, con cada tecnología que desarrollábamos, mi esperanza era que encontraríamos una forma de salvarlos de la inevitable despedida.

Pero mientras más avanzábamos, más claro se volvía que, incluso con todo nuestro progreso, la muerte seguía siendo inevitable. La medicina y la tecnología podían prolongar la vida, pero no evitar su fin. Mi impotencia frente a este hecho me desgarraba por dentro. Estaba atrapada en un ciclo interminable de pérdida y dolor, con la impotencia como única compañera constante.

A pesar de mi inmortalidad, comencé a sentirme cada vez más frágil. No físicamente, sino en mi espíritu. La carga de la eternidad se volvía más pesada con cada siglo que pasaba. La idea de perder más a los Yubis me atormentaba y me llenaba de un temor profundo y oscuro.

Y así, en la quietud de las noches interminables de Europa, me encontraba buscando respuestas en las estrellas, preguntándome si alguna vez encontraríamos una solución, una forma de romper las cadenas de la mortalidad que nos aprisionaban a todos. Mi determinación era feroz, pero mi corazón estaba marcado por el dolor y la impotencia.

En este rincón olvidado del universo, mi existencia se convirtió en una danza entre la esperanza y el desaliento, entre la búsqueda de la salvación y el miedo a perder lo único que tenía. Estaba dispuesta a darlo todo para proteger a mi familia, mi primer y único hogar en este vasto cosmos. La inmortalidad se había transformado en una maldición, pero aún así, encontraría la fuerza para seguir adelante, aunque cada día se volviera un recordatorio agonizante de mi incapacidad para salvar a quienes amaba. En la eternidad, encontré un desafío que me consumía, pero también una razón para luchar, incluso cuando la esperanza parecía un destello lejano en la noche interminable de Europa.

( Año 9000 Calendario Joviano )

Partida hacia un Nuevo Mundo.

El día de la partida fue un adiós amargo. Europa, alguna vez hogar y refugio, se transformó en un frío y despiadado mundo de hielo, destruyendo todo lo que alguna vez conocimos. En un último acto de desesperación, los jóvenes Yubis y yo nos embarcamos en una nave espacial, dejando atrás a los ancianos y el lugar que una vez llamamos hogar. La promesa que hice resonaba en mi alma como un eco triste: cuidaría de los hijos de aquellos amigos que vi crecer y envejecer, pero no podía evitar sentir que les fallaba al dejarlos atrás.

Mientras abandonábamos Europa, me aferré a la mirada esperanzada de los Yubis, sus sonrisas radiantes como faros de luz en la oscuridad. Ellos creían en mí, en mi capacidad para ser su protectora, su guía. Pero en mi interior, el peso de la responsabilidad me oprimía. ¿Podría estar a la altura de sus expectativas? ¿Podría ser el ángel que ellos confiaban, o solo era una desterrada llevando el peso de un mundo sobre sus hombros?

Nuestro viaje nos llevó a un nuevo planeta, a Marte, un lugar de vastos océanos y una prosperidad que solo habíamos soñado en Europa. La vida florecía en cada rincón, y mientras observaba la belleza de este nuevo mundo, sentí un atisbo de esperanza. Pero también estaba teñida de tristeza, de la pérdida que llevaba conmigo en el alma.

A medida que explorábamos Marte, me sumí en mi papel como protectora de los jóvenes Yubis. Les enseñé lo que sabía, les mostré los misterios del universo y los ayudé a construir una nueva civilización en este mundo prometedor. Aunque sonreía y les brindaba ánimo, mi corazón llevaba el peso del dolor y la soledad. Siempre estaba allí, detrás de mis ojos, un recordatorio constante de todo lo que había perdido en el camino.

En las noches estrelladas de Marte, miraba el horizonte con ojos melancólicos. Anhelaba el regreso a Europa, incluso si era solo para reunirme con las tumbas de mis amigos, para decirles que sus hijos estaban a salvo y que su legado vivía en estos nuevos habitantes de Marte. Pero sabía que esa posibilidad estaba más allá de mi alcance. El tiempo y el espacio nos habían separado de tal manera que incluso la idea de volver se volvía un sueño inalcanzable.

A medida que los años pasaban en Marte, aprendí a sonreír a pesar del dolor, a encontrar consuelo en la esperanza que florecía en este nuevo mundo. A pesar de mi tristeza, mi papel como guía y protectora se convirtió en mi razón de ser. Mi existencia, marcada por el dolor y la pérdida, se convirtió en un faro de esperanza para los Yubis. Aunque yo era una desterrada en un mundo desconocido, encontré mi propósito en ser su ángel, aunque en mi corazón siempre llevaría el lamento de una eternidad vivida en soledad. En cada sonrisa que compartía con ellos, encontraba un consuelo momentáneo, una razón para seguir adelante, incluso cuando mi alma estaba marcada por el dolor de los tiempos pasados. En Marte, encontré una nueva forma de vivir, una nueva forma de ser, a pesar de la sombra del pasado que siempre me acompañaría.

Un Encuentro Inesperado.

La batalla contra los XUR fue feroz y desgarradora. Mis amigos Yubis lucharon valientemente a mi lado, sacrificando sus vidas para protegerme. Sentí el peso de la impotencia aplastándome mientras disparaba desesperadamente contra los soldados XUR, viendo cómo caían uno tras otro. Mi nave quedó a la deriva, un testamento de la valentía de aquellos que me habían acompañado en mi travesía.

En un último acto de desafío, continué disparando hasta que mis balas se agotaron y mi fuerza se desvaneció. Me desmayé, preguntándome si esa sería la última vez que mis ojos se cerrarían, si finalmente había llegado mi fin en manos de los XUR. La oscuridad me envolvió y me pregunté: ¿Estaba muerta? ¿Había llegado al final de mi viaje? ¿Era esta la conclusión de mi historia?

Sin embargo, cuando abrí los ojos, me encontré en un lugar completamente inesperado. Estaba recostada en una cama elegante, con nanobots delicadamente buscando y tratando mis heridas. La confusión se apoderó de mí. ¿Dónde estaba? ¿Cómo había llegado allí? ¿Eran estos los XUR, mis enemigos, o alguien más?

Mis ojos escudriñaron la habitación, buscando respuestas. No reconocía la tecnología que me rodeaba, ni la arquitectura que adornaba las paredes. Me di cuenta de que no estaba prisionera en una nave XUR, pero aún así, la incertidumbre me atenazaba. ¿Qué había sucedido después de la batalla? ¿Por qué estaba siendo tratada en lugar de estar muerta?

Con precaución, me incorporé, sintiendo la debilidad en mis extremidades. Un ser apareció en la habitación, una figura enigmática con rasgos que no podía identificar. Me miró con ojos llenos de curiosidad y asombro, como si yo fuera un enigma que debía ser descifrado.

Fue entonces cuando escuché una voz suave y melodiosa resonando en mi mente. “Eres un ser único”, dijo la voz. “Tu resistencia, tu determinación, nos han impresionado profundamente. Te hemos traído aquí para ayudarte, para sanarte y para aprender de ti. Eres un vínculo entre dos mundos, una conexión que podría cambiar el destino de nuestras civilizaciones”.

A medida que escuchaba estas palabras, mi confusión se mezclaba con una chispa de esperanza. Aún no entendía completamente lo que estaba sucediendo, pero sabía que mi viaje no había terminado. Algo nuevo y desconocido se extendía ante mí, una oportunidad para seguir adelante y descubrir un propósito renovado en este vasto universo.

Con determinación en mi corazón y una voluntad inquebrantable, me preparé para enfrentar lo que viniera a continuación. Mi historia, lejos de llegar a su fin, estaba a punto de tomar un giro inesperado, llevándome a un camino lleno de misterios y descubrimientos. Con cada latido de mi corazón, estaba lista para enfrentar el futuro con valentía y determinación, sin importar los desafíos que se presentaran en mi camino.

Continuará…